sábado, 16 de noviembre de 2013

No importa el color de nuestra piel.

Tristeza. Dolor. Rabia. Impotencia. Esto es lo que siento cuando leo, veo, escucho sobre las décadas racistas tan sangrientas y crueles que invadieron nuestro mundo durante tantos – demasiados – años. ¿Cómo puedo enmendar yo semejante comportamiento de mis antepasados? ¿Cómo puedo mirar a una persona de color y pedirle que no me odie por tanto daño que le ha causado la gente de mi raza? Razas. Ese es el tema.

Cuando pienso en ello el corazón se me estremece, empieza a brotar en mi interior una fuerte ira, un sentimiento de odio y rabia… pero que termina con lagrimas en mis ojos, ¿por qué este mundo es tan cruel? ¿Dónde quedo la humanidad de ese ‘‘hombre blanco’’ que violo a la mujer negra madre de tres hijos delante de su esposo? ¿Dónde quedo la humanidad de ese ‘‘hombre blanco’’ que mato de un tiro en la cabeza a un negro solo por pedirle un descanso de 5 minutos?¿Dónde quedo la humanidad de esa ‘‘mujer blanca’’ que trataba como un animal a la criada negra de su casa y la azotaba sin piedad si se equivocaba en alguna tarea? Nunca creí que pudiera caber tanto odio en nuestro corazón. Parece que el ser humano tiene una tendencia a odiar y de querer imponerse. Es capaz de transmitir ese odio de generación en generación, convirtiéndose en un odio ancestral incapaz de superarse, de llegar a acuerdos para conseguir la paz. 

Quizás cuando hablamos de racismo lo asociamos más a la raza blanca y la raza negra, aunque tenemos que tener en cuenta también que no solo hay racismo blanco y negro, sino que también existe racismo entre asiáticos, latinoamericanos, africanos, europeos... y es cuando me pregunto ¿Qué diferencia hay entre nosotros? A simple vista la tez no es la misma. Los asiáticos son amarillos, los africanos negros, los latinoamericanos café con leche , los europeos son blancos… Pero estamos hablando solo de una diferencia en el color de la piel, ¿es eso lo que nos hace tener distintos derechos? De la misma manera que no se discrimina una persona con el pelo rizado o los ojos verdes, ¿por qué sí lo hacemos cuando se trata del color de la piel?






Como bien hemos dicho antes, cuando se habla de racismo se suele pensar más entre la raza blanca y negra, siendo esta última una raza que durante el periodo de colonización fueron sacados a la fuerza de sus países, alejados de sus costumbres y sus familias, maltratados y vendidos por los traficantes de esclavos, obligados a trabajar sin ninguna consideración por parte del “amo”. Se introdujeron en los países donde les explotaban con bastante docilidad asumiendo el trabajo y sometiéndose a todas las barbaridades que el “hombre blanco” imponía.

Actualmente, ese racismo sigue existiendo en menor medida. Uno de los problemas es que la gente no se da cuenta que para ellos es una situación difícil la de tener que emigrar. Han dejado su tierra atrás, su familia y amigos en busca de un trabajo que les ayude a sobrevivir. No les ha quedado otro remedio. Ellos también preferirían estar entorno a sus seres queridos pero han tenido que tomar esa decisión para seguir adelante. Es por ello que todo ser humano tiene derecho a ser respetado. 

No quiero terminar este ensayo sin decir que no importa el color de nuestra piel. No importa de qué raza vengamos, ya que no hay razas, y como bien dijo el profesor Jaime Nubiola, << Solo hay una raza, que es la del género humano>> .




Mi familia, mi gran hogar.






Sí, quiero

Unos duermen, otros escuchan música, algunos se han decantado por ver la película de turno, y algunos otros clavamos nuestra mirada en el paisaje mientras dejamos atrás nuestra ciudad de origen y nos dirigimos a 250 km por hora a nuestro nuevo destino: Pamplona. Sí, estoy en el tren porque este fin de semana lo he pasado en casa con mi familia, ya que mis padres celebraban su vigésimo noveno aniversario de bodas.

Mientras dejo atrás mi hogar, me dispongo a escribir mi nueva redacción. El tema no podría ser más oportuno, no me podría apetecer más hablar de otra cosa después de esta dosis renovadora que llevo encima. Así que cojo con mucha ilusión mi nuevo proyecto literario, queriendo decir demasiadas cosas y con temor a no saber ordenarlas para poder expresar bien todo lo que siento. Sí, correcto otra vez. La familia.

El día que escribí mi autobiografía me dejé un punto muy importante que decir. Mi mayor vocación en esta vida es la familia y todo lo que ella conlleva: el amor, el respeto, la responsabilidad, el sacrificio, la confianza...Cuando llevo muchas horas de estudio y mi cabeza está saturada y me está pidiendo a gritos un parón, me adentro en mi mundo de fantasía imaginándome a mis renacuajos, mi marido, mi hogar. Porque desde que tengo uso de razón sabía que quería formar una familia, compartir mi vida con esa persona con la que poder educar a nuestros hijos y transmitirles nuestros valores. Pero como dice siempre mi sabia madre: todo llegará, cada cosa a su debido tiempo. De nuevo sí, ese momento llegará, lo espero, lo deseo.

La familia lo es todo para mí. Es mi punto de apoyo y espero que sea mi futuro y la base sobre la cual construir las demás cosas. Saber que hagas lo que hagas y pase lo que pase, tu familia no te va a abandonar, siempre te van a ayudar y aconsejar porque más que nadie ellos desean lo mejor para ti. Me siento segura con mi familia, y sólo deseo poder transmitir lo mismo en un futuro, crear una familia fuerte y unida. 


Por todo esto, soy de esas personas que esperan con más ansia la navidad que el verano, que pone villancicos cuando está llegando el gran momento, que cuenta los días para poner el árbol y el belén, y que cuando oye estas canciones su mente y su corazón corren en los recuerdos... Me viene a la mente el frio, la nieve, la decoración navideña, la emoción de los más pequeños, la cabalgata de reyes, los centros comerciales abarrotados de recados de última hora. Recuerdos familiares, de actos de amor y bondad. Porque la Navidad no es otra cosa que una fiesta para la familia, rememorando el nacimiento de Jesús en Belén. Ya casi lo siento, me ha entrado demasiado nostalgia, así que cojo mi móvil y voy a la carpeta Navidad (sí, tengo una carpeta de música navideña) y la elegida ha sido “Have yourself a merry little Christmas” de Frank Sinatra, perfecta para evadirme en la ternura de estar con los que más quiero en este mundo y la felicidad que me da esa calidez. Veintinueve años impartiendo lecciones magistrales de amor incondicional. Sois mis ídolos y mi mayor aspiración. Gracias, papá y mamá.


























Nunca pierdas a ese niño que llevas dentro.



7:30. – Buenos días cariño! – Oigo esa dulce voz que me despierta cada mañana, acariciándome suave el pelo y diciéndome frases como: ¡Hoy es un buen día para sonreír! o ¡sonríe a la vida, y la vida te devolverá esa sonrisa! mientras levanta poco a poco la persiana para que la luz del nuevo día no deslumbre con mucha fuerza mis ojos aún adormilados. Sí, efectivamente, esa es mi mamá que viene a despertarme porque hoy es lunes y toca ir al Cole. Después de mi bostezo mañanero entre mis sabanas del superman, salgo de la cama de un salto, me lavo la cara, me visto rápido y voy a desayunar, hoy es un nuevo día! Tengo mucha energía y estoy deseando llegar ya al colegio para ver a todos mis amigos y jugar con ellos!

10:00. Voy con mis cascos escuchando a David Guetta a todo volumen, la Universidad no queda lejos del colegio mayor en el que vivo, apenas tardo más de 15 minutos en llegar a clase, voy apurado de tiempo, vuelvo a llegar tarde, me da pereza ir a la universidad, pienso en el día que me espera… Tengo que ponerme al día con Genética, Química y Anatomía, tengo que entregar un par de trabajos para esta semana y mandar varios mails a los profesores, tengo un seminario a las dos y luego prácticas de tres a ocho, así que esta tarde tampoco podré estudiar, ni tampoco tendré tiempo para comer! No tengo tiempo para nada! Estoy agobiado y aún no ha empezado el día, mi móvil no para de vibrar, me hablan por WhatsApp y contesto, voy llegando a la uni con la cabeza gacha mirando el móvil mientras camino, me tropiezo con un bordillo, ¡mierda! Que mal empiezo el día! Lo que me espera, así no se puede vivir! La vida del estudiante es la peor, no entiendo cómo mi madre puede decir que estos fueron los mejores años de su vida!

13:00. He venido corriendo a comer a casa, hay mucho trabajo en la oficina, y tenemos que trabajar muy bien para conservar nuestro puesto de trabajo, últimamente solo se habla de la crisis y de cómo está aumentando el número de parados. Me preocupa. Tengo 3 hijos y la empresa de mi marido cada vez va peor, tal vez en breves seré la única que traiga dinero a casa a final de mes. Como. Los niños están en el colegio y no vuelven hasta las 5, por suerte tengo a mamá que los va a buscar. Vuelvo a coger rápido el coche y me dirijo al trabajo, hay tráfico, los coches tocan impacientes el claxon sin parar, como si eso fuera a aligerar el tráfico. Me duele la cabeza, pero aún me espera una tarde muy dura. Me tomo un café. Solo quiero llegar a mi casa y poder descansar, ojala que cuando llegue, los niños ya estén dormidos.

19:00. Ya he ido a recoger a los pequeños al colegio, han merendado y hemos jugado un rato a un juego de palabras que les han enseñado en el colegio, ahora están terminando las tareas que les han mandado sus profesores mientras yo hago la cena y leo por enésima vez – me encanta ese libro – Cumbres Borrascosas. Fuera esta anocheciendo y una ligera y agradable brisa entra por la ventana de la cocina que esta abierta. Siento paz, hoy ha vuelto a ser un día tranquilo. Tengo tiempo para pensar. Supongo que eso es lo que te regala la vejez, tiempo, para pensar, para recordar, para disfrutar. Ya oigo a los niños bajar corriendo por las escaleras, nunca se cansan, tienen energía todo el día. No les juzgo, recuerdo como amaba yo gritar y correr por los pasillos de mi casa cuando tenía su edad.

21:00. Cuando llego a casa los niños ya han cenado y están revoloteando por el salón. Me ven y corren a abrazarme y tirarse encima mío, en otras ocasiones eso me hubiera molestado ya que estoy cansada, pero agradezco ese abrazo, me arrepiento de haber deseado antes que estuvieran dormidos cuando llegase a casa, ¿Qué sería de mi sin ese abrazo? Miro a mis pequeños, a mi madre feliz, a mi marido que me quiere, entonces me apoyo en la pared, se me olvidan todos los problemas; la economía, el tráfico, el paro… y recuerdo las frases que le digo cada mañana a mi hijo cuando le despierto; así que voy hacia ellos y les doy un beso. Soy feliz.

7:30. – Buenos días cariño! Sal de la cama y ve a comerte al mundo! – Oigo esa dulce voz un día más… gracias mamá!






viernes, 15 de noviembre de 2013

Ahora nos toca a nosotros.

Alguien dijo una vez ‘‘ Cuando la juventud pierde el entusiasmo, el mundo entero se estremece’’. Clara y rotunda, una de mis frases favoritas, ¿Y por qué? Fácil, porqué creo que con tan solo unas pocas palabras describe una de las mayores obviedades del mundo.

Podría empezar este escrito diciendo lo poco afortunada que soy por haber nacido en mi generación. Supongo que estoy harta de oír frases como: ‘‘ Los jóvenes de hoy en día han perdido todos los valores, son perezosos e irrespetuosos, no tienen ganas de trabajar y no saben lo que significa la palabra esfuerzo’’. Sí, es verdad, quizás algunos pensarán que jugamos con la desventaja de haber nacido en una generación dominada por las nuevas tecnologías, una generación en la que predomina la ley del mínimo esfuerzo, que no esta acostumbrada a esperar, que cuenta con tener toda la información que quiere a tan solo un click, ¡ah! Y con comida a domicilio a solo un toque de llamada.

En su libro comenta que los jóvenes de hoy en día no queremos pensar, que nos da miedo, que no tenemos esas ganas de ‘’comernos el mundo’’, dice que los jóvenes de hoy en día << No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. >> Permítame discrepar, quizás es cierto que muchos jóvenes carecen de ese interés, y quizás es cierto que eso es culpa de la época en la que vivimos, pero creo que hoy en día se olvida a los muchos jóvenes que quedamos que tenemos esas ganas de luchar, esas ganas de darlo todo, esas ganas de sacar a ese dragón interior para que salga a conocer todo este mundo inmenso que hay ahí fuera. Hay muchos jóvenes que tienen objetivos, metas, que sueñan con cosas, e incluso me atrevo a decir que a veces son esas generaciones anteriores las que nos llaman ilusos o poco realistas y nos piden que pongamos los pies en la tierra y que dejemos de soñar con mundos imposibles. Un joven al que admiro mucho dijo una vez: << ¿ Cuánta gente que ha tenido éxito en su vida ha sido realista? La persona que decidió que iba a poner un barco de metal gigante en el agua y que iba a transportar a gente, no estaba siendo realista, la persona que inventó Internet, un medio de comunicación que conecta de forma invisible a todas las personas del mundo, no estaba siendo realista, ¿Por qué querría alguien ser realista? >>













Sinceramente, no creo que seamos una generación sin ilusión y sin ganas , creo en la juventud, creo en la gente ilusa, en los soñadores, creo en nosotros, el futuro recae sobre nuestras espaldas, somos lo que va a ser este mundo en las próximas décadas, somos los futuros Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg. Y creo que el hecho de que nos hayan dejado un listón tan alto nuestros progenitores nos incita más a ese animo de superación y a ser mejores que ellos.

Algunos me llamaran ilusa, pero si no lo soy ahora, ¿cuándo lo voy a ser?




jueves, 14 de noviembre de 2013

Solo es una etapa de muchas que aún faltan por contar.

Me pide unas palabras autobiográficas, es entonces cuando pienso ¿Qué le puedo contar? De sueños y planes para el futuro muchos, pero de lo que he hecho hasta ahora... poco. Nací en el año de las olimpiadas, Barcelona 1992, quizás viene de ahí mi afán por el deporte, y nací en esas mismas tierras, tierras catalanas. Así que sí, soy de Barcelona y tengo 21 años. Mi familia es pequeña, solo somos 4, mi hermana, felizmente casada desde hace un año, mi madre, dulce y cariñosa, mi padre, mi gran modelo a seguir, inteligente, trabajador, cariñoso, y lo que más le caracteriza y por lo que más le quiero, se desvive por sus hijas, luchando día a día para que lleguemos a lo más alto, educándonos, preocupándose por culturizarnos, leyendo mil artículos y libros que luego nos hace leer y comentar para que tengamos opinión sobre las cosas. Y luego finalmente estoy yo, estudiante de 4 de Farmacia, gran admiradora de la vida y la naturaleza, mi mayor afición... viajar, conocer cosas nuevas, países diferentes, culturas diferentes, gente diferente.









Amante de la música, clásica sobre todo, admiradora de Mozart, Beethoven y Chopin, pocas cosas me dan más paz que sentarme en silencio en mi terraza bajo la luz de la luna y dejar que la nocturne nº20 de Frederic Chopin fluya por mis oídos. Pianista, desde pequeñita, aficionada más bien.




Aurenca de siempre, de las mejores épocas de mi vida, mis mejores amistades las hice allí, pienso en el Colegio Aura y me invade una mezcla de tristeza y felicidad, felicidad porque solo tengo buenos recuerdos de ello y tristeza, porque se ha acabado esa etapa de mi vida. Pero en esta vida todo son etapas, solo tienes que intentar vivir de la mejor manera posible cada una, y quedarte con el mejor recuerdo de cada una de ellas. El colegio es una etapa, la universidad es una etapa, la juventud es una etapa, la vejez es una etapa… y la clave del éxito es amar cada momento de esa etapa, amar cada cosa que hagas y hacerlo de la mejor manera que puedas.




Pienso en más cosas que me describan o que sepa cualquier persona que me conozca, y me viene a la mente una de las cosas que más me quitan el sueño desde hace tiempo, la real pasión que siento por intentar mejorar la injusta situación de las personas que viven en el Tercer Mundo. ¿Por qué yo he tenido la suerte de nacer donde he nacido y otros no? ¿Por qué es tan injusto y tan cruel este mundo? Después de años de plantearme mil y una maneras de cambiar este mundo y de preguntarme que podía hacer yo para cambiarlo, decidí que era el momento de dar un paso más y me ofrecí para trabajar todo el verano como voluntaria en una ONG, así que sí, hará solo cosa de 4 días que he vuelto de lo que ha sido hasta ahora la mejor experiencia de mi vida.




A principios de julio de este año, me decidí a coger un avión rumbo a Camboya, Asia. Trabajé con una ONG francesa llamada Pour un Sourire d’Enfant (PSE), estuve allí casi 2 meses viviendo como una camboyana más y dedicando todo mi tiempo a niños que son obligados por sus familias a trabajar en los basureros de Phnon Penh para llenar sacos de inmundicia en el basurero para su posterior reventa. PSE lo que hacía era sacar a los niños de esos basureros y darles una enseñanza y comida, a cambio de dar a la familia de cada niño un saco de arroz, que es el equivalente a lo que el niño debería ganar en una semana trabajando en el basurero. Quizás fueron los dos meses más duros de mi vida pero también los más bonitos. Quizás nunca podré olvidar las duras historias que escondía cada niño detrás de esos ojos tímidos y achinados pero confío en un futuro mejor y confío en poder formar parte de ese cambio. Podría extenderme otras 600 palabras más hablando sobre Camboya, pero va siendo hora de finalizar esta pequeña redacción sobre mi vida, así que como he dicho al principio de este escrito, tampoco hay mucho que contar sobre mi vida hasta ahora, pero espero que algún día pueda rellenar un libro con todos esos sueños que me persiguen desde ahora, hace tantos años.